miércoles, 27 de junio de 2012

Cerca De La Media Noche II

II

                              (Antes de leer esta parte, quizás sea necesario leer la primera).


Despertó desnudo y tumbado tiritando de frío en un cuarto oscuro. Hizo el esfuerzo para sentarse contra la pared más cercana que lo dejaba de frente a la puerta, buscó sin hallar algo para cobijarse, se abrazó las rodillas para mitigar el temblor. El único lugar por donde entraba luz, era la ventanita de la puerta. Se escucharon unas voces afuera, en lo que se imaginó que era un pasillo. Se incorporó a pesar del dolor que le envolvía el cuerpo y caminó hacia la rejilla. En cuanto logró llevar su mirada fuera de su celda, la vio a ella: la criatura con forma femenina, hincada frente a un extraño altar de piedra. Oraba en una lengua extraña. Sintió de nuevo ese pánico y su cuerpo comenzó a estrujarse violentamente. Contempló el salón, era bastante grande, iluminado por velas. El techo; que tenía forma de cúpula, tenía el mismo tono que el altar y que los gruesos pilares que lo sostenían, que el suelo y que las paredes.

Todo olía a humedad, a podredumbre. Movió la cabeza de izquierda a derecha recorriendo con la mirada la gran estancia hasta contemplarla de nuevo a ella en su trance. Dentro de ese horror, a pesar de saberse prisionero de aquellos monstruos, encontraba su cuerpo ágil y fuerte como en los años de la adolescencia. Cerró los ojos, aguzó los oídos, escuchaba perfectamente sus susurros pero no entendía las palabras de la mujer al otro lado de la puerta, a pesar de eso, no encontró en ellas ningún tipo de peligro. Más bien se le notaba contenta, incluso, su piel estaba ligeramente rosada en las mejillas, era imposible calcular su edad. Lucía la ternura de una niña y la madurez de una mujer. <<Es hermosa>> pensaba Sam cuando ella volteó y clavó sus ojos en él. En un rápido movimiento él volvió al suelo, saltó hasta el otro lado de la habitación. Ahora sí estaba convencido de que sus habilidades físicas aumentaron en una forma exagerada. Nunca se sintió así, ni siquiera en los tiempos infantiles en que dedicó sus días al basquetbol. 

Su mente comenzó a torturarlo con el recuerdo de la noche en que fue atacado por ella y por otras dos horrorosas criaturas. Al momento en que se escuchó llorar y gemir trató de calmarse, sabía que era un prisionero  y lo mejor sería esperar a saber qué es lo que aquellos seres querían de él. 

Escuchó el sonido metálico de una llave deslizándose por el picaporte, la puerta se abrió rápidamente y de igual manera la habitación se iluminó. Sam apretó la espalda a la pared, las uñas de sus manos se enterraron en el suelo. Tenía una severa expresión de angustia. Esperaba con el corazón a punto de explotarle dentro del pecho a que alguien entrara.
Comenzó a calmarse al ver que nadie cruzaba el umbral. Gateó temeroso hacia fuera. 

<<Hola, Sam>> nuevamente oyó su voz saludarlo. Volteó en dirección del techo y la miró suspendida, de cabeza sobre el aire. El rostro lechoso de la mujer albergaba la bella sonrisa, de la cual sobresalía el par de intimidantes colmillos afilados recargados sobre su labio inferior, y los ojos llameantes que estaban puestos sobre él. 

Sam comenzó a gritar y patalear histéricamente. Corrió hacia el gran salón sin percatarse de un escalón con el que tropezó y cayó. El golpe fue tan fuerte que no pudo levantarse para continuar su intento de escapar. Ella lo sujetó con inesperado cariño. <<Aún estás débil, amado mío>> le dijo mientras le acariciaba el cabello. Acercó sus labios al cuello de Sam y éste volvió a desmayarse.

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