domingo, 24 de junio de 2012

Descortés


Salió del baño directo a la cocina con la cintura envuelta por la toalla. Abrió el refrigerador, sirvió dos vasos de leche. Untó cuatro panes con mayonesa, puso el jamón, las verduras y calentó todo junto en el microondas. Los puso en bellos platos y después en la charola junto con los vasos llenos y adornó con un pequeño florero. Recorrió de vuelta el pasillo sonriendo, sabiendo cuán perfecta era su vida con ella. Sabía que nunca amaría como la ama a ella. Que su sonrisa nunca tuvo tanta vida. Que sus manos nunca disfrutaron tanto de dar una caricia, pues el cuerpo de su mujer es hermoso. Él sabe que esta noche harán el amor con la intención de procrear un bello hijo que llevará su nombre en los documentos y la belleza de su madre en el rostro. Él sabe que pocos en el mundo son tan felices como él.

Llegó a la puerta de su habitación, tocó con la punta del pie, puesto que tenía las manos ocupadas con la charola. Nadie abrió. <<Se quedó dormida>> pensó. Sonrió aún más pensando en que a ella le encantaba que él la despertara con besos. La cena quizás podría pasar a segundo término. Hizo un esfuerzo para abrir la puerta. Miró la cama vacía. Miró el buró sin la foto de ambos en la luna de miel de hace tres años. Descubrió que en el closet no estaba la ropa de ella. No estaban sus joyas ni sus perfumes. Tiró la flor por la ventana.  — ¿Cómo pude olvidarlo? —dijo.
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Abrió el cajón del buró y tomó el sobre.
Hacía cuatro horas que ella se había casado por segunda vez, pero ahora con el mejor amigo de él. Y él olvidó que estaba invitado. — ¿Cómo pude olvidarlo? —se repetía— ¿Cómo pude ser tan descortés?










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