miércoles, 21 de enero de 2015

Había noche



Y bueno, no había entradas para el cine, ni invitaciones de ir a la cama juntos. No bebimos vino tinto en lindas copas, ni nos besamos, luego, como locos. Sólo había una cerveza y cuatro tazas de café —tres para mí y una para ella—, tres chocolates y un obsequio de inmortalidad.    
Había tres manos juntas y dos labios que besaban a la más delicada de ellas, había música de la que suena en todo sitio que pretende tener un buen ambiente.

¡Había miradas!… dulces miradas.
Había noche en sus ojos, había dentro de ellos todo un universo y a mí me sobraban las ganas de explorarlo. Había noche por tocar en su cabello, había ansias de enredarme en él hasta olvidarme para siempre de la luz. Había fuego de noche en sus labios y ardía la apetencia en mí de morderlo. Había noche en su piel, era un lienzo transparente; el más precioso para pintar figuras  aun más oscuras con la ceniza que sería mi cuerpo de haber alcanzado sus labios. Había deseo de entrar en ella, había  anhelo de fundirme con la noche.